ENRIQUE PEÑA NIETO. Presidente (2012-2018)
ENRIQUE PEÑA NIETO. Presidente (2012-2018)
Mandato: 1 diciembre 2012 - 1 diciembre 2018
Nacimiento: Atlacomulco, estado de México, 20 julio 1966
Partido político: Partido Revolucionario Institucional (PRI)
Profesión: Abogado
El Partido Revolucionario Institucional (PRI), antaño todopoderoso pero ahora en la
oposición, se decantó a finales de 2011 por el fotogénico gobernador del Estado de
México para la empresa de traerlo de vuelta al Gobierno Federal en las elecciones de
2012, después del histórico desalojo de 12 años atrás. Enrique Peña Nieto, abogado de
46 años con un ya largo recorrido en las estructuras priístas desde la base, convirtió su
postulación presidencial en una prueba de fe en la pregonada renovación de su
colectividad, que ya no sería la vieja maquinaria con pretensiones hegemónicas
apegada al autoritarismo, los fraudes y la corrupción.
El 1 de julio de 2012, sobreponiéndose a un sinfín de polémicas y cuestionamientos de
su sexenio de gestión en el Edomex, donde el balance de los Derechos Humanos era
ciertamente tenebroso (violencias de Atenco, feminicidio), de su agitada vida
sentimental, blanco de chismorreos, y de su misma aptitud para el cargo al que
aspiraba, a fuerza de lapsus verbales y poses televisivas, EPN consiguió convencer a
una mayoría de electores de que él, y no su adversario del izquierdista PRD, Andrés
Manuel López Obrador (quien impugnó su derrota en las urnas), encarnaba la
alternativa al erosionado Gobierno conservador de Felipe Calderón y la candidata del
PAN, Josefina Vázquez Mota.
En su programa electoral, Peña Nieto, favorito siempre en las encuestas a pesar de
tratarse de un candidato que concitaba fuertes rechazos a derecha e izquierda, así
como entre la juventud universitaria y en Internet, se comprometía a acelerar el
crecimiento económico generador de empleo, a desterrar la pobreza, a acometer una
reforma pragmática de Pemex para ampliar la inversión del sector privado en el
declinante negocio petrolero pero sin renunciar a la propiedad pública; de esta riqueza
natural, y a recuperar el liderazgo internacional de México. En cuanto al mayor desafío
del Estado, la guerra total a los cárteles del narcotráfico, ofrecía una nueva estrategia
para reducir los asfixiantes niveles de violencia en las áreas más castigadas por los
asesinatos y los secuestros de las bandas. No cuestionaba la militarización de la lucha
contra el crimen organizado, aunque confiaba en poder acuartelar al Ejército. También
rechazaba la despenalización del negocio de las drogas.
El 2 de diciembre de 2012, nada más tomar posesión de la Residencia Oficial de los
Pinos, el presidente firmó con los líderes del PRI, el PAN y el PRD el Pacto por México,
un plan de consenso nacional en torno a cinco grandes ejes temáticos en aras del
fortalecimiento democrático del Estado y la sociedad. El Pacto debía asegurar el más
amplio respaldo político a la ambiciosa batería de reformas constitucionales de Peña
Nieto, además del aval a su estrategia integral; y transversal; en materia de seguridad
ciudadana.
Transcurrido un año desde aquella rúbrica, la presidencia de Peña Nieto arrojaba un
recuento de claroscuros. En 2013 el ímpetu modernizador del mandatario se sustanció
con la aprobación parlamentaria de las reformas estructurales de la educación, las
telecomunicaciones y la energía. La primera reforma topó con las resistencias de
sectores reaccionarios del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE)
y deparó la detención de su poderosa líder, Elba Esther Gordillo, cacique intocable del
viejo priísmo, acusada de graves delitos. La segunda reforma ponía corsés anti
preponderancia a los imperios de Carlos Slim en la telefonía y de Emilio Azcárraga en la
televisión. Y la tercera tocaba de lleno a la electricidad (CFE) y al gigante petrolero
Pemex, que en la práctica perdía el monopolio estatal de la explotación de los
hidrocarburos.
Las estadísticas oficiales, que mostraban un sensible descenso del número de
homicidios (no así de los secuestros y las extorsiones, al alza), animaron a Peña Nieto a
proclamar la validez, con logros tangibles, de sus operativos zonales contra los
cárteles, sucesivamente descabezados, aunque el Estado seguía estando lejos de ganar
esta lucha militarizada. Además, el Gobierno afrontó la nueva amenaza que entrañaban
las autodefensas comunitarias rurales, a las que en parte buscó regularizar como
fuerzas parapoliciales. Menos dudas suscitaba el balance provisional del cuadro
económico, decepcionante, pues en 2013 el PIB mexicano tan solo creció algo más de
un punto, pálido reflejo del 6% prometido por Peña Nieto en la campaña electoral.
A lo largo de 2014, al torrente informativo sobre la debilidad del crecimiento, subrayada
al final del año por la caída de los precios del petróleo, y el curso de la guerra contra el
narco (tomas y dacas en los frentes de Michoacán, Sinaloa y Tamaulipas, capturas del
célebre Chapo Guzmán y de otros grandes capos) se superpuso un goteo de noticias,
muy inquietante, sobre asesinatos de representantes políticos, estudiantes y otros
ciudadanos que ni eran agentes del orden ni malhechores de los cárteles. En
septiembre, México, que creía que ya estaba curado de espantos, se conmocionó hasta
lo más hondo por los sucesos de Iguala, Guerrero, donde una fuerza represiva formada
por policías municipales y siguiendo órdenes del alcalde de la ciudad atacó, mató e hizo
desaparecer a medio centenar de estudiantes normalistas. La suerte corrida por 43
estudiantes, seguramente ejecutados y arrojados a una fosa clandestina, levantó un
clamor de indignación social sin precedentes que puso contra las cuerdas al Gobierno
Federal y dejó en evidencia a Peña Nieto, cuya reacción ante esta crisis fue juzgada
como fría y parsimoniosa.
La terrible violencia de Iguala, considerada la peor violación institucional de Derechos
Humanos desde la matanza de Tlatelolco de 1968, mostró en toda su crudeza el grado
de podredumbre de las estructuras de seguridad en las partes más conflictivas del país,
donde millones de mexicanos se sentían desamparados por el Estado e incluso a
merced de quienes decían ser sus representantes locales, pero que en realidad estaban
conchabados con los narcos o cometían crímenes dignos de ellos. Obligado a recobrar
la iniciativa, también porque en 2015 tocaban elecciones legislativas, el presidente,
acribillado por las críticas, despidió el traumático 2014 con órdenes de investigación a
fondo de la gangrena de la corrupción y de depuración de mandos policiales
contaminados.
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